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Coaching ejecutivo: el arte de pensar en voz alta

Profesionales y directivos se vuelcan hacia esta práctica para encontrar caminos que los lleven a una experiencia laboral más rica y más acorde con sus necesidades y expectativas De vez en […]

Profesionales y directivos se vuelcan hacia esta práctica para encontrar caminos que los lleven a una experiencia laboral más rica y más acorde con sus necesidades y expectativas

De vez en cuando, en las organizaciones, los ejecutivos abren su corazón, exponen su alma y quedan voluntariamente desnudos ante un interlocutor. Tal vez esta descripción de una sesión de coaching es un poco extrema, pero no del todo errónea. Cada año cientos de profesionales y directivos encaran procesos de coaching en sus organizaciones para generar un cambio y, para eso, se comprometen a revisar sus visiones y acciones.

«No es consultoría, consejería ni psicología. No se le dice a la persona lo que debe hacer. Las personas van construyendo sus respuestas durante el proceso de coaching. Van apareciendo nuevas miradas que permiten producir acciones diferentes», dice Alejandro Marchesán, presidente de la Asociación Argentina de Profesionales del Coaching (AAPC) y Master Coach Profesional de esa asociación. Lilian Maitino, vicepresidente del capítulo argentino de la International Coach Federation (ICF), miembro del Consejo de Líderes de Latinoamérica de la federación y master coach de Newfield Network, agrega que en la federación aún no consideran que el coaching sea una profesión sino una práctica, pero que trabajan para cambiar esa situación.

«Para formarse hay que recurrir a una escuela avalada por alguna asociación de coaches, donde el curso tenga cierta duración y ofrezca prácticas. Trabajamos con personas y no puede haber riesgo de causar algún daño psicológico o abuso. Me parece una falla de responsabilidad de los organismos gubernamentales que la profesión no esté regulada», advierte Cristina Oneto, coach certificada por ICF y en Newfield Consulting.

«Hay quienes se hacen llamar coaches y no lo son. Practican una técnica absolutamente conductista, casi de lavado de cerebro, que no tiene nada que ver con el coaching. El coach no les dice a las personas qué tienen que hacer. Los ayuda a reflexionar para que encuentren soluciones por si mismas. Estimula su creatividad y el conocimiento de sus fortalezas», señala Oneto.

Daniel Rosales, ex presidente y director de Relaciones Institucionales de la AAPC, dice que, entre otras, las competencias de un coach refieren a la integridad y ética de su comportamiento, a su capacidad de logro de resultados observables y hacerse cargo de las consecuencias de su accionar responsable. Para la ICF debe lograr generar un vínculo de confianza e intimidad con su cliente, ejercer la escucha activa y la comunicación directa, planear y determinar metas y gestionar el progreso, entre otras habilidades.

Por el contrario, realizar preguntas desde las propias interpretaciones, manipular, empujar hacia la acción y juzgar su accionar o su ser son claros errores de ejecución de la práctica profesional. Los coaches poco duchos pueden cometer errores como no distinguir un cuadro psiquiátrico para poder derivarlo. «En las empresas pueden llegar a hacer lío generar resentimiento porque los problemas no se terminan respondiendo. O generar falsas ilusiones. También pueden exponer a las personas a tener conversaciones no convenientes con sus jefes. Y no distinguir dominios ni líneas de autoridad», dice Maitino.

Hace tres años, los códigos de ética la International Coach Federation (ICF) y la AAPC fueron mancomunados. Entre otros artículos, la norma manda a explicar claramente de qué se trata el coaching antes de empezar el proceso y a tratar los registros generados durante la actividad de manera que no pongan en riesgo la confidencialidad, seguridad y privacidad de los clientes. Si surgen conflictos de intereses, los coaches deben exponerlos abiertamente y proponer retirarse de la relación. El código señala que se debe aceptar «el intercambio de servicios, bienes u otra remuneración no monetaria únicamente si no afecta la relación de coaching». El coach de respetar el derecho del cliente a finalizar el proceso de coaching y aconsejarle que busque servicios de otros profesionales cuando sea necesario. Y, según la norma, el profesional no puede involucrarse «sexualmente con ninguno de sus clientes ni patrocinadores».

En la ICF, cuando hay dudas sobre las actuaciones de los coaches, es posible solicitar pedidos de revisión. Cuando el tema es más grave escala a la asociación madre.

Fuente: lanacion.com.ar

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